Primordio. De regreso a la tierra
Es difícil imaginar que de las tripas de este viejo taller de ebanistería, atestado de maquinarias, antiguas plantillas trazadas con lápiz sobre cartón y un sinnúmero de modelos de patas torneadas para futuras mesas que ya nunca se construirán, surjan las obras de Francis Viña. Pero esta imagen del taller heredado de su padre, intacto, tal y como él lo dejó antes de morir, puede ilustrar con claridad cómo se relaciona el escultor con su obra.
Despojado de todo artificio, Francis Viña no quiere ocultar ni ocultarse quién es y cómo aprendió a trabajar la madera. Y ese acto de honestidad recorre, a mi juicio, todo su trabajo creativo, marcado por continuos referentes de su experiencia íntima. Su obra está impregnada de las jornadas de trabajo junto a su padre y de la naturaleza voraz del Norte de Tenerife.
A esas referencias se han sumado sus años de experiencia como profesor de escultura en la Facultad de Bellas Artes y su incansable estudio de la madera, el material que considera su “referente de creación”. Su tesis doctoral, Investigación de la estructura de la madera y del arte escultórico fue un acercamiento al mundo microscópico de la madera, un verdadero estudio anatómico que le permitió descubrir los distintos tejidos que se mezclan para crear la variedad de especies o el mundo celular de la madera, complejo y organizado.
Para comenzar a crear, el escultor sale al monte y recoge con la paciencia de un concienzudo botánico ramas, hojas, semillas y trozos de madera que guarda en cajas en el taller. De ese material, sencillo y rudimentario, surge toda su obra, con la que ha ido trazando una especie de biografía del entorno vegetal.
La Galería Fleming, en el Puerto de la Cruz, muestra del 19 de noviembre al 10 de diciembre su nueva exposición, Primordio. Es una selección de la obra de sus últimos cuatro años, un relato detallado de la potencia vegetal que lo rodea, un ejercicio minucioso de desentrañamiento que él mismo denomina “observación precisa” de la naturaleza.
De su primer viaje por ese mundo interno y oculto surgió Ensayo sobre Xilema. En esta exposición de 2006 Francis Viña presentó unas obras inspiradas en ese universo microscópico del material. Los veteados de la madera, de poro difuso, aliforme confluente, las traqueidas que cambian la dureza del tejido según la estación del año… ese universo vegetal privado al ojo humano es reproducido en estas obras, realizadas en moral, cupreso, cedro o aguacatero.
Son obras abstractas que al crítico Celestino Hernández le recuerdan a las piezas del precursor de la escultura abstracta catalana, Leandre Cristòfol, o más cerca, a los últimos trabajos de los canarios Gonzalo González y Pedro Rodríguez.
En las exposiciones Gestos y geometrías y en El vuelo de la semilla (las dos de 2008), el escultor sigue indagando en la madera y el árbol en un recorrido desde el interior al exterior. Le interesa explorar la idea de “ciclo infinito” contenida en una semilla, pero también la idea de vacío y sombra en la escultura.
Las maderas de cedro, utile, eucalipto rojo o cupreso son utilizadas para crear estas semillas que anticipan un ciclo vital inextinguible. “Semilla hibernada que espera las condiciones justas para desarrollar su propio ser”, escribió el propio escultor a propósito de El vuelo de la semilla.
En su siguiente exposición, Antesala, el escultor va más allá. Si en las anteriores muestras “se trataba de que reflexionáramos sobre las potencialidades del vacío. Ahora el vacío busca ordenar las cosas en la antesala de la creación”, explica el crítico Alberto Omar Walls.
En Antesala, el artista analiza el prodigio de las formas geométricas que la naturaleza repite y juega con las posibilidades que le sugiere el uso de la vesica piscis, uno de los símbolos con mayor carga mitológica en la tradición religiosa, íntimamente relacionado además con la idea de nacimiento de la vida.
Por primera vez introduce elementos de la figura humana, entreverados con su universo vegetal. Son piezas como Díada humerbal, Portojal y Mi teta en el altar. También crea obras con algún mecanismo cinético que obliga al espectador a tocar y manipular. Son piezas como Modulador frontal de Mirtáceas, Mandorlador y Generador MG.
Como final de etapa las tres nuevas obras que presenta en Primordio, en alusión a originario o primario. La tierra y la semilla como imagen de ese “ciclo infinito” de la vida que Viña quiere atrapar en su obra.
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María Luisa Pedrós.
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